sábado, 30 de mayo de 2009

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Por qué me gusta Dragon Ball

Federico Reggiani


por Federico Reggiani
mglxo@yahoo.com.ar

Dragon Ball

En estos días se publicaron algunos libros de historieta que, según todos los indicios, son magníficos. En breve van a recibir por aquí su reseña correspondiente y alborozada, pero, hic et nunc, los libros no están. En provincias todo es más lento. Cualquier lector porteño puede, por supuesto, comprarlos esta semana en Viñetas Sueltas y pensar, mientras paga, “soy un alma libre, una conciencia independiente, no necesito tu mugrosa reseña para saber qué debo leer”. Los lectores porteños a veces se ponen así, nerviosos. En cualquier caso, por ahora tenemos que cambiar de conversación y enfrentarnos, o enfrentarme, me hice lío, a la cruda realidad. Saber de qué hablar, en tiempos en que el deseo de opinión está un tanto devaluado. Por suerte, para deseos devaluados y para días tristes hay antídotos. Tenemos, por ejemplo, Dragon Ball.

Ya sé, señor: usted viene por aquí a enterarse de las últimas novedades que la alta cultura envasa adentro de los libros, no a revolcarse en peligros pop. Y si se habla de historieta, porque estamos en onda, que se hable de algo un poco más digno. Yo también soy así, no tema: un poco snob, un tanto elitista, detesto conceptos como el de “bizarro”, sobre los que habrá que ahondar. Pero lo que me gusta es Dragon Ball, no cualquier porquería.

Y no los muñequitos, que me parecen bastante insulsos. Tampoco el dibujo animado que miran sus sobrinos ni la película esa que creo que todavía está en cartel. Salvo error u omisión, las imágenes dejan de interesarme cuando se empiezan a mover. Lo que me gusta es la historieta Dragon Ball, esos libritos que se consiguen en cualquier kiosko, editados por Ivrea.

Dragon Ball es un manga. Lo que es lo mismo que decir “Dragon Ball es una historieta”, pero diciendo “historieta” en japonés. No nos compliquemos la vida. Cuenta, al menos en los primeros tomos, la historia de Goku, un nene muy fuerte con cola de mono que busca unas “esferas de dragón”, las pierde, las vuelve a buscar. Si se juntan las siete esferas de dragón aparece un dragón que te cumple los deseos, pero todo eso es una tontería que no tiene la menor importancia. Lo que sí tiene importancia es la descomunal fluidez narrativa que demuestra Akira Toriyama, su guionista y dibujante. La precisión con que se enlazan las viñetas para construir las acciones, el ritmo y los acentos en que se distribuye la secuencia son una lección. Eso, y la libertad y la alegría que regala en cada página.

Dragon Ball
La historia va de derecha a izquierda, al revés que los gobiernos patrios

Es evidente que a Toriyana no le importa mucho qué hacen sus criaturas. Van y vienen, se encuentran, se pelean a los mamporros, comen y se asustan. Pero sí se divierte mucho con sus criaturas: el inocente Goku, el para nada inocente sensei Kame Senin, siempre desesperado por ver chicas desnudas (sí, es un libro para chicos, pero lleno de chistes sobre bombachas: los japoneses son así, exóticos), la hermosa Bulma o el chanchito Oolong, que se puede convertir en los monstruos más horrendos pero conservando la forma de un chanchito y que, en algún momento, termina convertido en bombacha. Las aventuras se suceden sin más coherencia que la que ofrece una habilidad notable para verosimilizar cualquier cosa: en la poética de Toriyama, todo se entiende a la perfección, aunque ese todo sea ridículo. Esa habilidad, esa fluidez, contagia una alegría evidente del hacer. No hay ni restos de creación torturada o cosas por el estilo sino un placer festivo en hacer avanzar la historia, en hacer que cada patada y cada salto sean más graciosos que el anterior. (Esa libertad es ya demente en otras historietas de Toriyama, en particular Dr. Slump, pero esa no se consigue).

Leer Dragon Ball ofrece, además, la experiencia de leer a la japonesa, de derecha a izquierda. Uno se acostumbra en seguida, pero al principio es raro. Y otra cosa buena es que no es necesario comprar los 43 tomos (los manga son así, larguísimos) sino que se puede leer salteado y al azar. Aunque yo me lo compro todos los meses y lo disputo con mi hija, eso no es imprescindible.

(Dedico estos devaneos al rey del devaneo, mi amigo Fran, que es el que le hace leer estas sandeces a un señor serio).

Notas:

Tapa y páginas 39 y 40 de Akira Toriyama. Dragon Ball 1. Buenos Aires: IVREA, 2008

3 comentarios:

Walter M. dijo...

Muy bueno el articulo, Profe. Coincido en la parte donde toca la problematica que nos toca, a la gente del interior, a la hora de conseguir hitorietas o fasiculos. Clarin todavia me debe un fasiculo del Martín Fierro dibujado por Fontanarrosa, la cual el quisquero/diadiero al que se lo encargaba la venía peleando para traerla. Esa mentalidad que comparte Ivrea de no tener un distribuidor en el interior me parece un total hijaputes, YO TAMBIEN QUIERO LEER MANGAS, CARAJO. ACASO NO TENGO DERECHO, MI DINERO NO VALE. Bueno, al menos existe Llanto de Mudo, por suerte. Nos vemos, Profe.

rvs dijo...

Walter, hasta donde tengo entendido, el Marrín Fierro de Fontanorrosa no salió en Clarin, sino en un tomo grande, que supongo es de De La Flor. Se encontraba en librerías, no lo he visto en el Llanto, no se en cross over.

Dragon Ball la está publicando Ivrea, ver LLanto de Mudo, en una edición de formato mucho más reducido que la versión Dragón Ball Ultimate que editó en España Planeta-agostini, que además incluyo muchas paáginas en color.
Roberto

Paúlcamarin dijo...

Muy buen comentario sobre ese manga que tanto me gusta. Con el tomo 3 me cage tanto de risa. Ahora tengo que leer el 6. Personajes entrañables Bulma,Goku,Roshi ylos demas